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Ha muerto Enrique de Castro, el cura dedicado a los jóvenes mas débiles y machacados de Vallecas

21 de febrero de 2023


El pasado miércoles 15 de febrero, ha muerto Enrique de Castro, un sacerdote que consagró su vida a ayudar a los jóvenes en una de las épocas peores desde que terminó la guerra civil, y en una de las zonas más pobres y desprotegidas de Madrid.


Enrique nació en Madrid, en 1943. Era hijo de un oficial de la Aviación que combatió en las filas nacionales durante la Guerra Civil y que, años más tarde, ascendería a teniente general. Decidió que quería ser cura, y estudio en el seminario de Comillas, ordenándose sacerdote en 1972 y escogiendo una da las parroquias mas pobres de Madrid, la parroquia de San Pablo en Madrid.


En esa época en Vallecas, barrio obrero por excelencia, colaboró en movimientos sociales, pero lo peor y lo más duro aún estaba por llegar. Me refiero al azote de la heroína y por tanto de la delincuencia que sufrieron, sobre todo, las zonas mas pobres de Madrid, como Vallecas, Villaverde, Orcasitas…


Antes de la llegada de la heroína, se fumaba marihuana y hachis, cuando llegó heroína, lo que más lo sufrieron fueron los jóvenes, en lo que nosotros llamábamos “chavales luchadores tempranos”, chicos que se estaban buscando la vida con 11 o 12 años porque había que llevar algo a casa y el caballo les aniquiló. La heroína fue destruyendo a una población muy especial, acabó con jóvenes luchadores, a los que anuló. Al menos durante cuatro o cinco años la heroína reinó sobre Vallecas.’


En Vallecas se moría la gente por la heroína y nadie del gobierno hacía nada. Siempre tuve claro que era una forma que tenía el gobierno para controlar la población y criminalizarla. Tenían vía libre para entrar en las casas, violar los domicilios sin órdenes judiciales ni nada, y la gente les dejaba entrar por pura ignorancia. La policía controlaba a la población, a sus confidentes y todo el negocio que movía el caballo. El tejemaneje de la policía en este asunto era total; mientras, en el Rock-Ola y en el Madrid en que bullía la modernidad, el personal bailaba más bien ajeno a la realidad que sacudía su territorio más cercano. Luego, muchos de esos modernos fueron también víctimas de la cosa. En Vallecas, los chicos frecuentaban el club Ebe, una especie de Rock-Ola suburbial donde los Scorpions marcaban más paquete que The Jam o Elvis Costello. Y si en Malasaña en 1982 no se tenía consciencia de la Movida, en Vallecas mucho menos.’





Durante toda esta época, empezaron los chicos del barrio con problemas de droga y de

delincuencia a ir a su casa para pedir ayuda, y él siempre los cobijó, los ayudó e hizo todo lo posible para que vencieran ‘al cuarto jinete del apocalipsis, la peste, ‘que les taba destrozando.


Con algunos tuvo éxito, y los chavales lograron salir, encontrar un trabajo y llevar una vida

normal. Sin embargo, en Madrid, en esa época y en estos barrios, el efecto fue desvastador.


Enrique de Castro fue el padre de muchos de nosotros. Fue el maestro que nos fue enseñando desde su experiencia otra manera de estar en la vida de las personas. Fue curioso cuando murió que el titular era casi el mismo “Muere Enrique de Castro, el cura de la parroquia roja de Vallecas”. Punto. En este mundo tan terriblemente polarizado es necesario encasillar a las personas en algo, en alguien, y desde allí construir una noticia, un mensaje, un discurso. En el caso de Enrique, no dieron con su discurso, y es que quienes conocimos a Enrique, de verdad de compartir, de vivir con él experiencias a veces tan increíbles que hoy en día nos parecen un sueño, sabíamos que huía de la política como alma que lleva el diablo. Enrique estaba muy por encima de rencillas de salón baratas, politiqueos al uso y utilizaciones vanas de su nombre, su parroquia y su gente, entre las que nos encontramos. La FE, con mayúscula, la FE en el Ser

Humano, en las personas, en el Evangelio era lo que movió una y otra vez a Enrique a dar la cara por su gente, por sus chavales, por su familia. Y el que no entienda ésto, es que nunca entendió a Enrique. Por su casa pasamos muchas personas, de todas las ideologías posibles, hasta de las más despreciadas por muchos y por muchas, y todas encontraron una sonrisa, un abrazo, y un plato de comida, en esa comunión que fue su mesa, donde nos sentamos todos, en igualdad, con respeto y con cariño. jueces, ministros, dirigentes políticos, fiscales, drogadictos, prostitutas, periodistas, ladrones, asesinos, …… SERES HUMANOS, con muchas flaquezas, temores y soledades. Allí en Esteban Carros 44, o Perioncely ,6 encontramos nuestra Mezquita, nuestra Sinagoga, nuestra Parroquia. Cada uno fue encontrando su espacio, su sitio, su razón de ser uno mismo.


Le seguimos y junto a él aprendimos a conocer a Jesús de Nazaret, el perdón sin cortapisas integro, entero, de verdad. De ahí salieron muchos grupos, muchas personas con ganas de seguir transmitiendo la Nueva Noticia, aun sin saber muchas veces que era eso lo que estaban haciendo, acogiendo y dándose hasta la extenuación. Enrique de Castro fue un ejemplo de bondad, de cordura, de lucha, de pundonor en defensa de los más débiles y machacados. Su casa fue el refugio de todos y todas, nuestro hogar desde donde volver a salir para seguir luchando. Hoy cuando leo que su parroquia era de manera simplista la parroquia roja de Vallekas, entiendo que quienes escribieron eso no sabían de Enrique, aun así y como él nos enseñó les explicaremos 70 veces 7 que esa parroquia fue el Big Bang donde surgió un movimiento grande, largo, fuerte, infinito, que somos todos y todas los que transmitieron, transmitimos, y transmitiremos su Mensaje.


Gracias Enrique, muchas gracias.

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